Ese año, la muerte de mi segundo hijo desencadenó una serie de desafíos que pusieron a prueba mi confianza en la vida y en mí.
En 3 años el volcán Agung entró en erupción, varios terremotos asolaron las islas vecinas y, a causa de ello, el número de viajeros descendió de manera notable.
Por fin 2020 prometía ser el gran año de la recuperación, pero vino la pandemia, una crisis que se convirtió en un regalo. Aunque perdí muchas cosas, gané lo que más necesitaba: tiempo para conectar con mi propósito y escuchar a esa voz interna que llevaba tiempo hablándome sin que yo fuera consciente.
Me propuse ayudar a otras mujeres a saber que siempre hay tiempo para vencer los obstáculos que se interponen entre ellas y sus metas, porque cada día es una oportunidad para disfrutar con mayor madurez y sabiduría.